Propuse al alumnado que pensara en un examen que hubiera aprobado y en otro que hubiera suspendido recientemente para que reflexionara sobre las causas de estos resultados. Dejé unos minutos para que los estudiantes meditaran y escribieran sus respuestas y después las pusimos en común.
En general, el alumnado atribuyó los buenos resultados a haber estudiado y haber estado atento en clase y los malos a no haber preparado el examen y no haberse esforzado.
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